jueves, 19 de marzo de 2015

El Power Ranger y la Princesa Ninja



Siempre supe que quería tener hijos y que quería tener más de uno, por lo menos dos y hubiera sido muy feliz (aunque hubiese estado también muy desquiciada) con tres.

¿Por qué quería tener más de un hijo? 

Seguramente, no hay solamente una razón. Probablemente por él, por mi hijo, quería darle el mayor regalo que podemos recibir de nuestros padres junto con el amor y la educación.

Y también por mí, por nosotros. Egoístamente, me encantan los bebés, soy una embarazada horrorosa (mi cuerpo va a lo suyo) pero ante un bebé me derrito. Son tan perfectos, tan achuchables, tienen ese olor  tan altamente adictivo (y sí, también pueden ser muy porculeros pero de eso hablaremos otro día) y te necesitan tanto (nunca te sientes tan necesitada como cuando eres madre de un retoño).  Altruistamente, para crear una familia, siempre he pensado que un grupo es más fuerte que un individuo y en familia disfrutamos más de las alegrías y capeamos mejor los temporales.

Como el Mayor vino guerrero (o borroka como dicen en mi tierra) se nos retrasó mucho la Pelirouge y como el embarazo de la Pelirouge fue de mucho riesgo para todos, el médico nos recomendó con mucho tacto (“Señora, ya ha jugado usted mucho a la ruleta rusa”) que no tuviéramos más. Así que nos quedamos con dos, uno de cada, chico y chica, como dicen en Francia “le choix du Roi” (la elección del Rey).

Hasta aquí todo normal. Entra todo dentro de lo previsto, planeado, pensado (por mí, claro, qué mi marido no se come la cabeza con estos temas).

Con lo que no había contado es con asistir al nacimiento y al desarrollo de la relación entre mis hijos, nadie me había dicho que sería tan emocionante, bonito, estremecedor y un montón de adjetivos más y que yo iba a tener el privilegio de vivirlo de primera mano, en primera fila, sillones VIP.

Por supuesto, hubo celos al principio, al cabo de unas semanas del nacimiento, el Mayor preguntó, cómo qué no quiere la cosa, que cómo se devolvía a la Pelirouge de “dónde venía”, cuando le pregunté, me dijo que “de dónde venía” era del hospital (reíd, pero ya me veía devolviéndola de donde venía realmente y eso, no!). Cuando le expliqué que tener una hermana no era como comprar en El Corte Inglés, se apenó pero pareció comprender la situación.

Los primeros meses el Mayor veía a su hermana como un ser más bien aburrido y nada interesante. Tanto "bombo" que le habíamos dado al nacimiento de la hermana para tener una niña que ni anda, ni habla, ni juega al futbol (sic), ni nada. Huelga decir que la Pelirouge era ajena a todo lo que no fuera comer, dormir, pedorrearse y estar colgado de los brazos de su mamá.

Pero en cuanto la Pelirouge empezó a sentarse, a hablar y a gatear, la relación cambió mucho y se instaló entre ellos una bonita complicidad.

El Mayor defiende a su hermana a capa y espada de quien le “quiera mal”, que sea sus padres o alguien de la calle. Si la estamos regañando porque ha hecho algo mal, enseguida llega el “abogado de oficio” para explicarnos:


1-      Por qué su hermana ha actuado así
2-      Por qué nuestro “castigo” o regañina no procede

La Pelirouge siente verdadera admiración por su hermano, estoy segura que para ella, su hermano es un súper héroe. Si su hermano hace algo, allá va ella a hacer lo mismo y poco (o nada) importa que él tenga 8 años y ella 3. Eso para la Pelirouge son detalles. Y si se cae y se raspa las rodillas, se las frota con la mano, se levanta y aquí no ha pasado nada. Tengo que decir que el Mayor y sus amigos han adoptado casi sin queja alguna a ese duendecillo de pelo rojo que les sigue por todas partes con cara de velocidad.

Cuando la Pelirouge nació, el Mayor seguía durmiendo fatal por las noches, una media de 4 despertares por noche (a ese ritmo su hermana casi no nació). Los primeros nueve meses, la Pelirouge durmió en nuestro cuarto y luego la pusimos en una cunita de “mayor” con su hermano. Pensamos que el Mayor se iba a revolucionar, se iba a despertar y se iba a montar la marimorena pero nos confundimos y mucho. Fue poner a su hermana a dormir con él y dormir como un santo toda la noche. Para el Mayor, la Pelirouge es su talismán y no sabe explicarlo más, solo sabe que cuando ella está con él se siente seguro y bien. 

Nos mudamos de casa en julio y en la nueva casa hay una habitación para cada uno, podrían tener cada uno su cuarto pero no quieren oír hablar de ese tema. De momento, quieren seguir juntos.

Como comparten cuarto, compartes aficiones y juguetes (y eso me encanta). Así, al Mayor le apasiona el Kung Fú y los Power Ranger pero también le gusta jugar a la tendera, a la casa de muñecas, a pasera a los bebés. La Pelirouge vive en su mundo princesil, pero ella no es una princesa al uso, ella es una princesa Ninja a la que le encantan las espadas, los caballeros, los Playmobiles y la guitarra “rock” de su hermano.

Por supuesto que se pelean, son humanos al fin y al cabo, como todos los niños, quieren jugar a lo mismo, al mismo tiempo y lo de compartir lo llevan mal (sobre todo la Pelirouge).
Pero no llega la sangre al rio y rápidamente se vuelven a "ajuntar".

Mirarlos juntos, como se quieren, como se buscan, como crecen juntos es para mí un regalo inesperado de la vida. Mención especial se merecen, los momentos "clip" musical, con maracas, guitarra eléctrica, tambor y lo que se precie, asi como los bailoteos de una pegando saltitos y dando vueltas (al fin y al cabo es una princesa bailarina) y del otro, con pasos de break dance  (que sabe Dios dónde los ha aprendido, que no será de mi o de su padre) cual rapero entregado.

Mi hermana y yo cuando éramos niñas, éramos como el agua y el aceite, tan distintas que llevábamos vidas paralelas, crecimos juntas pero no revueltas. Nuestra amistad y nuestra relación aparecieron y se consolidaron más tarde y ahora no sabría vivir sin ella (como la “Esteban”, por mi hermana y sus hijos MA-TO).

No sé lo que nos deparará el destino, ni qué tipo de relación podrán tener mis dos soles cuando sean mayores. Lo que ya nadie me quita es esos momentos fugaces y maravillosos a los que he tenido la suerte de asistir y que atesoró en mi memoria y corazón.

Hay vida después de los seis años" es una iniciativa en la que queremos implicar al mayor número posible de blogs con el fin de hacer más visibles los problemas y situaciones que viven las familias con niños que han dejado ya atrás la primera infancia. Hijos en edad escolar, preadolescentes, adolescentes... todos tienen cabida aquí. Si estás interesado en aportar tus experiencias sobre el tema propuesto, no tienes más que publicar bajo el hashtag #hayvidadespuesdelos6 el tercer lunes de cada mes

1. Bea Mamadedos  7. El rincón de Mixka  13. Ovjetivo: nido vacío  
2. Mis chic@s y yo  8. Historias de pitufines  14. La Sonrisa de Mini Yo  
3. Mamá en Bulgaria  9. Merak Luna (II)  15. Tener un hermano es tener un tesoro  
4. Merak Luna. Ciclogenesis implosiva  10. Diario de Algo Especial  16. La Aventura de mi embarazo  
5. Aidixy y sus cosas  11. yo no soy superwoman  
6. Psicologia Para Mamas  12. Amaya  


miércoles, 10 de diciembre de 2014

#Today101214


Hace un año escribí un post con 14 propósitos para el año nuevo siguiendo la inciativa de Escalarta y el Señor don Gato. El post de hoy es el exámen de esos tan buenos propósitos.
Le he pedido a una bruja rabiñosa que siempre tiene razón amiga que me corrija mi #Today.
Os dejo con ella.

 
Con prisas, siempre con prisas, si es que así no se puede.

Que dice la Laurita que le corrija su Today 4.11.14, que esta chica es muy cansina y dice que yo seré ciertamente más objetiva que ella para decidir lo poco que ha cumplido y lo que no (pero ni de coña, vamos).

Así que sin más preámbulos, procedo a la corrección, eso sí, en rojo, que es como se corrigen las cosas como Dios manda.

1-Pasar más tiempo con mi Cheri, tiempo a solas se entiende, tiempo para nosotros.

Almita de cántaro, ilusa de ti. ¿Pero qué esperabas? ¿Días de 48 horas? Hay que ser más realistas en la vida, no me canso de decírselo.
Pues no, lo de pasar más tiempo, va a ser que no, entre la venta del piso y que a la Señora le ha dado ahora por correr como alma que lleva el diablo no ha podido ser.

2-Ir a la piscina los domingos con mi Mayor: porque este aprende a nadar y le gusta sí o sí. Que para eso es mi vástago!

JAJAJA, espera que me está dando flato de tanto reír.
¿Los domingos? ¿Por las mañanas? Vamos, el único día que tiene para dormir un poco y quedarse medio comatosa en casa en pijama hasta la hora de comer. Game over.

3-Salir antes del trabajo ergo, organizar mejor mi día de trabajo.

Qué masacre, por favor. ¿Se puede pedir un “Pasapalabra”?
Bueno, voy a ser menos rancia. Se aprecia una ligera mejoría desde el mes de septiembre.
Como diría una buena maestra “puede mejorar y mucho”.

4-Ir dos veces a la semana a la ZUMBA (o por lo menos una, ea!)

Ejem! va a ser que no pero rompo una lanza en su favor y os anuncio que ha cambiado la zumba por lo del running (como un galgo corre que parece que la persiguen)
Le doy medio punto.

5-Escribir un post al mes (y mantener vivo este blog)

Si, eso si lo ha cumplido.

No, si esta cuando se pone a hablar o a escribir, no hay quien la pare.
Eso sí, se cogió unas vacaciones sabáticas del copón en verano y sigue escribiendo sin orden y con mucho desconcierto.


6-Ponerle "cara guapa" al blog que como algunos recién nacidos esta "feo y arrugau".

Lo de la belleza eso es subjetivo, no?

El blog sigue feo y lo que te rondaré morena pero seamos profundos y quedémonos con el contenido sin pararnos a examinar el continente. Aunque dicho esto, mejor no examinar mucho el contenido tampoco.

7-Leer al menos un libro al mes y alternar idiomas por aquello de conservar un vocabulario digno en la lengua patria y mejorar un poco en inglés.

Esto sí lo ha hecho, que la he visto yo alternando libros en todos los idiomas, ya no le caben los libros en casa. Menos mal que tiene el Kindle.

Un punto.

8-Ir de viaje a Madrid (con o sin hijos. La fiesta de #malasmadres no cuenta)

¿Quién dijo que la fiesta de las #malasmadres no contaba?

Digamos que sí que cuenta y sí, allí se fue la descocada, abandonando hijos y marido en el dia de la Madre (en Francia), como siempre ilustrándose.

9-Ser más paciente con mis hijos (estoy oyendo a mi Pepito Grillo particular que me dice, para eso nena tendrías que volver a nacer!)

Hay mejoría pero todavía no ha llegado al nivel “profesional” está más bien en un nivel "intermedio"  y un poco esquizofrénico en que a veces es muy paciente y a veces parece el muñeco Chuky.

10-Comer más sano (no menos, eh? que yo con hambre soy mala compañía)

Pues ha habido de todo como en botica. Alterna fases en la que come todas las guarrerias que caen en sus manos, con otras en las que se pone seria y come bien.

Le doy medio punto para que no se desanime.

11-Dedicar tiempo a mirar a mis hijos, a observarlos, nada más y nada menos.
Hay mejoría en este tema pero no lo suficiente. La falta de tiempo es lo que tiene que afecta a esta labor contemplativa tan necesaria. Y luego pasa, lo que pasa que se le hacen mayores los hijos y ni se da cuenta.

12-Hacer fotos de familia en las que aparezca yo (huérfanos de madre)

¿Los “selfies” familiares cuentan? Si cuentan, alguna que otro foto hay.
Hay que continuar con fotos de verdad.
Le doy medio punto.

13-Correr con mis compañeras de trabajo "La Parisienne" (carrera de 6 km en beneficio de una asociación de lucha contra el cáncer de mama): esto es un verdadero reto par mi porque odio profundamente correr.

Sí, sí, eso sí que lo hizo. Hasta testimonios gráficos hay para probarlo.
Punto bien ganado.

14-Ir al menos a 3 exposiciones, museos (se admite también el cine)

Admite lo que quieras, linda, que no has ido a NADA, ni cine, ni concierto, ni exposición.

Este tema es una causa perdida. Lo veo.


Aquí termino mi corrección. Como veis, el balance es más bien negativo pero no se lo tengáis en cuenta que la chica tiene buen fondo y lo intenta.

50 cosas sobre mi

Tengo cara de bichillo pero dicen que era más buena que el pan.

  1. Soy de apariencia extrovertida
  2. Pero en realidad, soy extremadamente tímida.
  3. Que me fotografíen es para mí una tortura, no soy nada fotogénica, seguramente porque no me siento a gusto delante de una cámara.
  4. Soy púdica, hablar de sentimientos, me cuesta mucho, mis acciones hablan por mí. A los únicos a los que les repito sin descanso que les quiero muchísimo es a mis hijos, quizás porque mis padres son también muy púdicos y nunca nos lo decían con palabras.
  5.  Soy muy habladora. El “muy” se queda corto. Soy consciente que esa verborrea esconde la timidez y la inseguridad. Es uno de mis mayores defectos. Trato mucho de moderarme y fracaso mucho en el intento.
  6.  El ser tan habladora hace pensar a las personas que me rodean que no sé escuchar y que no sé guardar un secreto.
  7.  Eso me duele mucho porque las dos afirmaciones son falsas.
  8. Soy alegre y me encanta reír.
  9. Me gustan las actividades de grupo, era feliz en las colonias de verano y con los grupos de amigos del verano. Cuando me vine a vivir a París perdí mi grupo, mi tribu y lo echo mucho de menos, las cañas entre amigas, quedar con mi hermana a tomar un café.
  10.  Tengo una vena artística, he hecho teatro (no se me daba nada bien) y también he cantado en un coro. Cantar me encanta. Me relaja, me pone de buen humor, me llena de energía positiva.
  11. Sueño con aprender a tocar el piano y espero conseguirlo.
  12.  Soy desordenada y odio ordenar. Soy consciente que es uno de mis principales defectos pero este me lo perdono yo misma (ego te absolvo..) porque ordenar es un INFIERNO.
  13. Me gusta limpiar (menos mal que esto no lo lee mi madre que si no le da un síncope) salvo pasar la aspiradora (más que nada porque hay que montarla, desmontarla y ordernar…)
  14. Me encanta comer. Todavía no sé si este amor por la comida es una bendición o una maldición. Rara vez como todo lo que querría y podría. En una comunión de un primo cuando tenía 12 años me comí una pierna de cordero ENTERA. Mi familia no se lo cree todavía.
  15. Me gusta muchísimo cocinar (sobre todo la pastelería) y se me da muy bien…
  16.  aunque cocino poquísimo porque mi marido ha “ocupado” la cocina y se ha auto “nombrado” cocinero de nuestro  reino.
  17. Puedo comer casi cualquier cosa aunque no esté buena. Mi madre solía decir que hasta piedras podría comer si estuvieran bien cocidas….
  18.  Pero tengo muy buen paladar y sé reconocer a un buen cocinero o un buen guiso.
  19. Dibujo y pinto muy mal. Pero muy. Suspendía siempre dibujo en la escuela. Me apuntaron a clases de dibujo. Fui durante dos años hasta que el profesor tiró la toalla. No se lo reprocho, bastante aguantó el hombre.
  20. Soy muy leal.
  21.  Voy de frente. Siempre.
  22. Odio la gente con “doble” lectura, doble personalidad. No sé cómo tratarlos.
  23. Soy muy exigente, sobre todo conmigo misma. Soy consciente de ello e intento moderarme cuando trabajo con otras personas.
  24.  Me cuesta aceptar las críticas, salvo si son constructivas. Las personas que critican tu trabajo pero que no proponen nada diferente me estomagan
  25.  Soy muy impulsiva.
  26. Me cabreo con muchísima facilidad, subo como la espuma, también bajo como la espuma.
  27. No me cuesta nada pedir perdón. Perdonar me cuesta más aunque no soy rencorosa (pero tengo buena memoria)
  28. Soy orgullosa.
  29. Vivir en París no me gusta.
  30. Me encanta viajar.
  31. Tengo facilidad para los idiomas.
  32. Ser madre ha resultado mucho más difícil de lo que pensaba (yo me las prometía muy felices), pienso que es el trabajo más difícil que se nos encomienda…
  33. Pero ser madre me ha hecho sentir alegrías y satisfacciones que no se puedes ni cuantificar, ni pagar.
  34. Cuando hago deporte vacio mi cabeza y ordeno mi vida.
  35. La familia es sagrada para mí…
  36.  Pero hay personas que son tóxicas y que con todo el dolor del corazón hay que apartar.
  37. Devoro libros. Y digo devoro porque lo mío no es normal. A veces tengo la impresión que ni siquiera disfruto del libro, del viaje, lo que quiero es llegar. Admiro mucho a las personas que “paladean” los libros, yo soy más de deglutir.
  38.  Soy muy impaciente. Esperar es para mí un enorme suplicio.
  39. Cuando tengo hambre soy insoportable y me pongo agresiva. Basta con darme algo de comer y ya se me pasa aunque sea un trozo de pan.
  40. Me gusta tener el control, controlarlo todo. Lo paso fatal porque, claramente, controlarlo todo es imposible.
  41. Mi boda fue el día más feliz de mi vida.
  42. Me encantan las series de televisión, cuando era jovencita veía con gran fruición las telenovelas del mediodía.
  43. No me gusta el fútbol, cuando no juega mi equipo me da igual y cuando juega mi equipo lo paso fatal, dos horas agarrada a un cojín!
  44.  Soy muy empática.
  45.  Lloro con muchísima facilidad, me sirve de válvula de escape.
  46. La injusticia me corroe, no la soporto. Mi madre me llama “la abogada de las causas perdidas”. Si no necesitase ganar dinero trabajaría para una asociación.
  47. Me encanta ser jurista …
  48. Pero de pequeña quería ser médico pediatra. Sigue siendo un sueño para mí.
  49. Mi hermana es mi mejor amiga pero no lo fue siempre. Hasta el final de la adolescencia, vivíamos vidas paralelas, juntas pero no “revueltas”.
  50. Hoy es mi cumpleaños y nací en el ’75 así que id echando cuentas…..

lunes, 17 de noviembre de 2014

I ya tiene un año!!

Por una vez y sin que sirva de precedente seré muy breve.
 
Hoy es el Día Internacional del Niño Prematuro.
 
En este post os conté quién es I, hoy es especialmente su día.
 
A la que mi querida Fran bautizó tan acertadamente "la minúscula mayúscula" ha cumplido en octubre 1 año.
 
Este año no ha sido fácil, después del hospital, la vuelta a casa es siempre difícil, llena de angustia, de preguntas y de miedo, de visitas al hospital varias veces a la semana, de progresos y retrocesos.
 
Pero dejando esto de lado, el de hoy es un post de alegría, agradecimiento y esperanza.
 
I sigue más que bien, es una niña muy alegre con una sonrisa y unos ojos que te desarman, que te llegan al alma, una mirada inteligente y penetrante. Tiene su carácter pero es muy buena, un pedazo de pan.
 
En este año mi hermana y mi cuñado (con la ayuda de mi madre) se han "deshecho" en cuidados por su niña, fisioterapia, atención temprana, piscina (si pudieseis verla en la piscina cual Esther Williams). Ser padres es un abandono, ser padres de un niño prematuro lo es al cubo.
 
Pienso que el ver a su hija tan bien es recompensa suficiente pero como nunca viene mal aprovecho para decirles que han hecho un trabajo extraordinario.
 
El cumple de I se celebró como debía, rodeada de su prima Pelirouge y su Amama  (que también compartían cumple) y con una corona en la cabeza porque esta I es una reina que nos ha robado el corazón !!
 

viernes, 7 de noviembre de 2014

Ser mamá de un niño que nace demasiado pronto III- La vuelta a casa


Aquí tenéis la primera y la segunda parte de este post!


Pero, no todo era de color de rosa, mi hijo no era un bebé apacible, no le gustaba que le cogieras, se revolvía. Observé que cuando estaba en la incubadora, cuando le ibas a tocar a veces se estremecía, se retiraba como si le molestase, como si fuese demasiado. Esta reacción es normal en los bebés prematuros, tocarles como lo haríamos con un bebé nacido a termino es demasiado para ellos cuanto más prematuro es un niño, más cuidado hay que tener.

Estas reacciones naturales, como madre primeriza de un niño prematuro, te pillan muy desprevenida, te sientes rechazada por tu hijo, tu quieres cogerlo, abrazarlo, quererlo, si me apuras, volver a meterlo de donde salió y él no necesita eso, no quiere, no puede, es demasiado.

Poco a poco fuimos encontrándonos y nos fuimos adaptando el uno al otro. Sentí que como una flor, mi hijo se iba abriendo a mí, a mis caricias y atenciones. Y la situación se normalizó o casi.

Finalmente,  al cabo de 5 semanas nos dijeron que nos podíamos llevar a Michico a casa, no me lo podía creer.

Una semana antes de la esperada vuelta a casa, el hospital me propuso, hospitalizarme a mí junto a mi hijo durante tres días para que estuviéramos juntos todo el tiempo y tuviésemos un periodo de adaptación. Así lo hicimos. La primera noche, me lo llevé al cuarto y le miré dormir, no podía dormir, solo mirarlo. Era tan feliz, mi hijo era para mí. Hacia medianoche, se despertó y ahí empezó la fiesta. A las 4 de la mañana, me fui con él en brazos a ver a las enfermeras del turno de noche, venia yo muy preocupada porque lloraba desde las 12 sin parar. Ellas me miraron, se rieron y me dijeron “sí, tu hijo por las noches, duerme poco, llora mucho y solo quiere brazos”. Se me quedó cara de lela porque yo de eso no sabía nada, de nada. Por el día mi hijo era tan tranquilo y apacible que quién iba a pensar que había un Dr Jeckill y un Mr. Hyde!

Cuando volvimos a casa nos encontramos con los mismos problemas y preguntas de  los demás padres primerizos y con algunos más añadidos por la prematuridad:

-Todo era enorme, la cuna, la ropa, los chupetes, la hamaca, todo… Hubo que aprender a adaptar todo nuestro material a nuestro pequeño príncipe


Esa cuna o estadio de fútbol, tu chupete favorito rosa, tu Sophie, el escapulario de la Amatxu de Begoña y un pijama nada ñoño!!

-El miedo: los padres de niños que estamos con nuestros hijos en el hospital vivimos con los ojos pegados a los monitores; ritmo cardiaco, tensión, saturación de oxigeno, nos acompañan cada día. Términos médicos como bradicardia, taquicardia, desaturación, cianosis, apnea, etc. han formado parte de nuestra vida cotidiana. Hemos aprendido a vivir con ellos sin morir de angustia porque sabíamos que el monitor estaba allí de guardián. De repente, te vas a casa, sin guardián, sin malla de seguridad. Eso asusta. Si encima eres de naturaleza angustiada, se pasa un mal rato.
Para proteger a los padres lo ideal sería que técnicamente no pudieran ver los monitores. No es posible y se puede aconsejar a un padre que no mire el monitor pero por mucho que lo intente es difícil no hacerlo, tiene como une efecto hipnótico.

Estuvimos barajando seriamente comprar uno de esos sistemas que detectan el movimiento del bebé (o la falta de movimiento) y que alertan si hay un problema. Cuando lo pienso ahora, con la distancia, me da mucha rabia que haya en el mercado ese tipo de productos que vienen a explotar el filón del miedo de los padres. Es inmoral, además de nada necesario.

Quién dice padres nerviosos, con miedo, dice estrés y claro está, a padres estresados, niños estresados. Entramos claramente en un círculo vicioso, estábamos nerviosos, nuestro hijo también, lloraba mucho y no dormía (nunca ni de día, ni de noche, echaba siestas de 40 minutos), con lo cual nosotros estábamos cada vez mas cansados y nerviosos y así hasta el infinito.

Después de un par de meses caóticos,  empezamos a tener menos en cuenta lo que nos decían los demás y más lo que nos pedía nuestro hijo. Abandonamos la cuna (estadio de  futbol para él que era tan pequeñín), le pusimos a dormir en un capazo al lado nuestro y a veces, cuando se ponía muy nervioso por la noche, encima de nosotros (literalmente encima de mi barriga y de la mi esposo, por equitativos turnos de 3 horas cada uno), le llevaba a todas partes conmigo en brazos o con la hamaca (qué pena de fular de porteo que no sabía que existieran) y así con todo lo demás.

-los consejos contradictorios entre médicos pediatras y enfermeras. Un niño prematuro tiene un seguimiento más regular que el de los niños nacidos a término. Los primeros meses, te pasas la vida de “médicos”, los del hospital (para el seguimiento y la constitución de estadísticas), tu pediatra, el pediatra del centro de protección maternal e infantil. Cada uno tiene su librillo, su opinión y oíd, no suelen coincidir. Si además, la salida del hospital coincide con las vacaciones de verano, a esas opiniones se añaden las de los suplentes. Esto te lleva a una cacofonía “médica” muy preocupante.

-la culpabilidad: toda madre de un niño prematuro se siente culpable en mayor o menor medida. Empieza entonces el baile del “y si”. ¿Y si hubiese trabajado menos? ¿Y si hubiese hecho esto o lo otro? Y así hasta el infinito.

Personalmente, me sentí muy culpable y también imperfecta, incapaz de llevar un embarazo a término, me sentí muy traicionada por mi cuerpo que no pudo hacer lo “mínimo” que se espera de una mujer embarazada.

Entre la culpabilidad, los nervios y la falta de sueño pasé por una ligera depresión post parto. Es curioso porque esta empezó cuando volvimos a casa y no al nacer mi hijo. Entre el nacimiento y la vuelta a casa estaba como “desconectada” de mi misma, lo que importaba era mi hijo, había que luchar y no pensar, no sentir.

La vuelta a casa precipito todo esos sentimientos de golpe y me sentí frágil e incapaz.

Como todos los demás padres primerizos, superamos esta etapa y ahora nos reímos de ella.
Os podría seguir contando horas y horas de lo que siguió porque la prematuridad trae consigo no solo secuelas físicas sino también psicológicas. En mi caso, la separación que sufrimos todos cuando Michico nació le ha marcado en su carácter, ahora lo sabemos y hemos aprendido (o lo intentamos) a adaptarnos a él pero eso es, sin duda, material para otro post.

Cinco mesitos, en su capazo! El niño más bonito que ha parido esta madre!!

De esta experiencia aprendí muchísimo de mi y de la vida. Me di cuenta que la imagen de la maternidad que querían vendernos no era la real. Qué había mucho tabú y que era importante apoyar a los “nuevos” padres no con consejos sino con nuestra compañía, nuestra empatía, nuestro buen humor y nuestro tiempo. Aprendí sobre todo a no juzgar a los demás, sobre todo a las madres o padres porque qué se yo de sus vidas, sus circunstancias, con qué derecho doy mi opinión?

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Ser mamá de un niño que nace demasiado pronto -II- El Hospital


La primera parte  de este este post está aquí.


Mi marido volvió hacia las 6 de la tarde con una foto polaroid de Michico, todo estirado y con el puño cerrado (no podréis conmigo!). Así me pase unas cuantas horas mirando esa foto de poca calidad pero imprescindible para mí.


La matrona me dijo que si me levantaba y estaba bien al día siguiente podría ir al hospital a ver a mi hijo. Así que yo me di mucha prisa para estar “bien” y que me dieran permiso, tanta que me desmayé en le cuarto de baño de la habitación!!

Imaginaos la cara de mi pobre madre, que llega a verme con la tristeza de la noticia, el miedo y se encuentra a su hija cual unicornio desorientado (me salió un chichón en la frente, pa’ habernos matao). Lo pienso y me entra la risa. Pobre mi mamá.


Al día siguiente, di una barrila impresionante insistí ligeramente para que me dejaran ir al hospital y así fue. Tenía permiso para ir en silla de ruedas y quedarme 15 minutos (mi marido me acompañaba y prometió a la matrona que acataríamos sus condiciones, si no es por él, me quedo allí, palabrita).

Cuando llegamos al hospital, en el servicio de reanimación, había 4 niños. Una niña nacida a término, en su cunita, preciosa pero que no respiraba  sola (ay, qué penita) y tres prematuros en incubadoras. Los miré a los tres, los volví a mirar y no supe cuál de ellos era el mío. Luego supe que los niños prematuros se parecen mucho entre ellos y que la duda era normal pero en ese momento, me sentí muy mal. Es, sin duda, uno de los momentos más tristes de mi vida.

Quinze minutos es poquísimo pero ya me fui con el alivio de verle, de ver que estaba bien, que respiraba solo y que los médicos eran bastante optimistas.
Poco a poco, según me fui recuperando, pude alargar la estancia en el hospital.

Michico, 3 semanas después de nacer, el bebé mas bonito del  hospital


Tuvimos una suerte loca con el hospital, era (y digo era porque ya no existe, los recortes han pasado por ahí, malditos sean!) un centro especializado en prematuridad y perinatología, tenían una política global, el paciente era el niño pero ellos trataban a la familia entera. En el mismo centro recibí asistencia para la lactancia materna, tenían lactarium, asistencia legal (para todos los trámites administrativos), asistencia psicológica (individual y de grupo), me dejaban incluso comer en el comedor del personal a un precio irrisorio. Vamos, un “todo en uno” que claramente no podía ser rentable y que ha pasado a mejor vida. Huelga decir que los padres tenían acceso a sus hijos 24/24, sin restricciones, sin horarios y que podías llamar en cualquier momento del día y de la noche para preguntar por tu hijo.

Michico estuvo 5 semanas hospitalizado. En ritmo de crucero, llegaba al hospital a las 10 de la mañana (de 9 a 10 hacían las visitas médicas) y me iba a las 8 y media. En el hospital, las enfermeras me enseñaron todo, a cambiarlo, a vestirlo, a limpiarle la cara, la nariz, los ojitos, a bañarlo. En ese sentido me fui a casa con mi bebé con “todo” bien aprendido.

A partir del tercer día aplicamos el método canguro. Esa sensación de piel con piel la recuerdo como algo exquisito, precioso, necesario.

Mención especial merece el apoyo que recibí para instaurar la lactancia materna. Como he dicho en el hospital tenían su propio lactarium, me enseñaron cómo utilizar los “ordeñadores” profesionales, cómo almacenar y guardar la leche para asegurar la perfecta asepsia, cómo etiquetar los botes de leche, me dieron un volante para que pudiese alquilar en la farmacia un sacaleches igual que el del hospital (material profesional) y respondieron a todas mis preguntas que fueron muchas. Me alentaron cuando al principio no salía nada y me felicitaron cuando empezó la producción “lechera” industrial.

En cuanto mi hijo salió de la incubadora, me acompañaron para ponerlo al pecho, me tranquilizaron, me guiaron. Como resultado de todo eso, a mi hijo le pude dar pecho 6 meses. No fue lactancia materna exclusiva por consejo del pediatra pero digamos que era 1/5 leche de fórmula y el resto leche materna. Me sentí muy orgullosa de mi hijo que consiguió adaptarse a los dos métodos de lactancia y recuerdo con gran satisfacción cuando después de mamar se quedaba dormido, como dopado, con los brazos en cruz y las palmas abiertas, en plenitud total, satisfecho.

Michico tuvo, salvo algún día aislado, una estancia en el hospital tranquila, rutinaria, sin complicaciones. Fue engordando y creciendo a pasos de gigante y se fue convirtiendo en un bebé precioso y con mucho carácter.


Continuará (ya solo os queda una entrega más!)


lunes, 3 de noviembre de 2014

Ser mamá de un niño que nace demasiado pronto I- El Parto


Michico nació con 32 semanas y fue un niño “muy prematuro”.

En la prematuridad, como en todo en la vida, hay grados. Los niños nacidos antes de la semana 26 de gestación son  “micro-prematuros”, los que nacen entre la semana 26 y la semana 29 son “prematuros extremos” y a partir de la semana 30 son “muy prematuros”.

Par nosotros no fue un sorpresa, porque estaba ingresada por riesgo de parto prematuro desde hacía  3 semanas y media, pero sí una gran pena y decepción.

El parto se presentó, el mismo día en el que me hice la tercera ecografía de control. Todo iba muy bien, la doctora estimó el peso a 1780 gramos y la talla a 42 cm, medidas más que razonables para un bebé de 7 meses y se despidió de mi con cara triste y la siguiente recomendación “mantén calentito a esa gambita” (gambita es un término cariñoso que utilizan los franceses para hablar de los bebés pequeños) a lo que yo respondí “esa es mi intención”.

Pero no pudo ser, ese mismo día a las dos de la mañana, me confirmaron que estaba de parto, que tenía fiebre y una infección y que sí o sí, mi hijo nacería ese día.

 Este diagnostico llegó después de mi via crucis particular que empezó ese mismo día hacia las 6 de la tarde. Me empecé a sentir rara, las contracciones, aún estando medicada, empezaron a volver con fuerza. Pensé que sería el resultado de haber salido ese día, de haberme levantado y vestido para ir a la ecografía, pero sentía que algo no iba nada bien. A las ocho de la tarde, la matrona del turno de día se fue y vino la de la noche. Resultó que ese día, la matrona que tenía que venir estaba enferma y mandaron a una sustituta.

Hacia las 8 y media, le dije que algo no iba bien, le pregunté, en mi ignorancia, si la vía estaba bien “conectada” al brazo, si estaba tomando bien la medicación para parar las contracciones. Me miró con cara de pocos amigos y me dijo “si no hay agua en el suelo, es que estás tomando el medicamento”. Me puso los monitores, me dijo que sí, qué tenía contracciones y me subió la medicación al máximo. Para controlar las contracciones el ginecólogo me había puesto un medicamento que viene a ser muy parecido al  Ventolin que toman las personas con asma. Es un medicamento del demonio que aumenta muchísimo el ritmo cardiaco, te encuentras en reposo absoluto pero con el ritmo cardiaco de  después de un sprint.

Mi corazón se desbocó pero las contracciones siguieron fieles a su cita.

Llamé a la matrona muchas veces durante la noche, venia, me echaba la bronca por quejarme y se iba.

A la 1 de la mañana, vino de nuevo me dijo que la estaba monopolizando, que no estaba sola, que era de noche y había menos personal y que todo esto estaba sucediendo porque “llevaba ya 3 semanas ingresada, quería irme a mi casa y estaba muy pesadita”. Dicho esto, me dio un calmante para que me durmiese y descansase y también, claro está, para que la dejase en paz.

Me lo tomé y caí como en un medio amodorramiento. Parece ser que en mi medio sueño, seguía gimiendo de dolor y esta vez fue mi compañera de cuarto quién llamó a la matrona para decirle que “la señora de al lado, gime y dice “ay” sin parar”.

La matrona de guardia volvió diciendo “pero con lo que te has tomado ¿no duermes? Te voy a bajar a sala de partos que están allí dos matronas, sin hacer nada para que se ocupen de ti.”

Cuando me bajaron a “Partos”, vi una cara sonriente, la de una matrona, persona humana que me miró y me dijo “cielo, estás de parto, pero no te preocupes porque mira, yo también nací de 32 semanas y ya ves!”.

Intentaron trasladarme de hospital porque en el que estaba no podían recibir a un niño tan prematuro. Tampoco hubo suerte porque no había ambulancias disponibles y porque el ritmo cardiaco del niño se destabilizó y en esas condiciones no se puede proceder a un traslado.

Me explicaron el protocolo, que daría a luz en ese hospital, que podía llamar a una matrona particular para que estuviese todo el tiempo conmigo (eso hice y fue una idea muy acertada) que llegado el momento del alumbramiento un pediatra “reanimador” entraría en la sala de partos para “recibir” a mi hijo y cuidar de él como fuese necesario, que se llevarían al niño a otra habitación porque era preferible para todos si las cosas no venían bien, que no me podían decir más hasta que no viesen al niño.

Y lloré, lloré mucho. Lloré de pena, de miedo por mi hijo y de rabia. No podía parar de pensar ¿Por qué a mí? ¿Quién tiene la culpa de esto?

Llegó la matrona y hablando con ella me sentí más tranquila, me serené. Tenía por delante un parto y no podía dejarme llevar así, tenía que ser fuerte y me puse en modo “warrior” (ese modo duró dos meses más). Hacia las 5 de la mañana me pusieron la anestesia (bendito sea el médico anestesista!) y más ancha que larga me dormí una hora (pedí permiso antes a la matrona, claro está). El parto fue largo, di a luz a las 11:15 y estaba en sala de partos desde las 2 de la mañana.

Dar a luz, teniendo en cuenta lo que yo me esperaba (un infierno) y teniendo en cuenta las circunstancias me pareció razonablemente fácil (no me matéis, que era una “gambita”).

De mi hijo tengo un recuerdo fugaz, como de un conejito, fino y alargado, color marrón. Lloró casi inmediatamente, recuerdo haber pensado “llora, luego respira!”.

Se lo llevaron y vinieron unos minutos más tarde para decirme que pesaba 1750 gramos (vaya ojo el médico de la ecografía!) y media 44 cm, que respiraba solo aunque le costaba un poquito y que una unidad del SAMUR pediátrico iba a venir a buscarle.

La siguiente vez que le vi estaba ya en la incubadora, vino a verme en su “limusina” precedido de la pediatra que lo transportaba que me dijo con una voz firme, alegre y tranquilizadora “Señora, su hijo está muy bien”. En ese momento pensé que si un médico te dice eso, es que la cosa pintaba bien.

Pude abrir las ventanitas de la incubadora, mirar a mi hijo y tocarlo. Poco tiempo, ni siquiera un minuto, parecía enfadado y no hacía más que tocar la máscara que le habían puesto para ayudarle a respirar (luego supe que durante el traslado se la quitó de pura mala leche, primera manifestación de un carácter más que afirmado).

Se fue y a mi marido le mandé detrás, como en las películas americanas “siga usted a esa ambulancia”.

Durante las dos horas más que estuve en la sala de partos, me sentí triste y sola, muy sola.

Cuando me subieron a planta, vi que la matrona y las auxiliares habían limpiado de cabo a rabo la habitación, la habían ordenado, todo nuevo y limpio para pasar una etapa y no quedarse en el pasado, para no pensar en las 4 semanas pasadas ahí y se lo agradecí mucho.

Nunca creo haber estado tan cansada en mi vida, un cansancio animal. Quería dormir pero las llamadas empezaron a llegar, entre mi suegra que se debatía entre la pena, la incomprensión y el reproche (sí, fui yo la que lo dejé salir tan pronto) y mi madre que no se debatía nada, estaba simplemente histérica.

Yo esperaba a mi marido, que había seguido cual “Colombo” la ambulancia y que tenía que traer noticias del hospital de Michico y también fotos. Aún tardaron algunas horas.