viernes, 7 de noviembre de 2014

Ser mamá de un niño que nace demasiado pronto III- La vuelta a casa


Aquí tenéis la primera y la segunda parte de este post!


Pero, no todo era de color de rosa, mi hijo no era un bebé apacible, no le gustaba que le cogieras, se revolvía. Observé que cuando estaba en la incubadora, cuando le ibas a tocar a veces se estremecía, se retiraba como si le molestase, como si fuese demasiado. Esta reacción es normal en los bebés prematuros, tocarles como lo haríamos con un bebé nacido a termino es demasiado para ellos cuanto más prematuro es un niño, más cuidado hay que tener.

Estas reacciones naturales, como madre primeriza de un niño prematuro, te pillan muy desprevenida, te sientes rechazada por tu hijo, tu quieres cogerlo, abrazarlo, quererlo, si me apuras, volver a meterlo de donde salió y él no necesita eso, no quiere, no puede, es demasiado.

Poco a poco fuimos encontrándonos y nos fuimos adaptando el uno al otro. Sentí que como una flor, mi hijo se iba abriendo a mí, a mis caricias y atenciones. Y la situación se normalizó o casi.

Finalmente,  al cabo de 5 semanas nos dijeron que nos podíamos llevar a Michico a casa, no me lo podía creer.

Una semana antes de la esperada vuelta a casa, el hospital me propuso, hospitalizarme a mí junto a mi hijo durante tres días para que estuviéramos juntos todo el tiempo y tuviésemos un periodo de adaptación. Así lo hicimos. La primera noche, me lo llevé al cuarto y le miré dormir, no podía dormir, solo mirarlo. Era tan feliz, mi hijo era para mí. Hacia medianoche, se despertó y ahí empezó la fiesta. A las 4 de la mañana, me fui con él en brazos a ver a las enfermeras del turno de noche, venia yo muy preocupada porque lloraba desde las 12 sin parar. Ellas me miraron, se rieron y me dijeron “sí, tu hijo por las noches, duerme poco, llora mucho y solo quiere brazos”. Se me quedó cara de lela porque yo de eso no sabía nada, de nada. Por el día mi hijo era tan tranquilo y apacible que quién iba a pensar que había un Dr Jeckill y un Mr. Hyde!

Cuando volvimos a casa nos encontramos con los mismos problemas y preguntas de  los demás padres primerizos y con algunos más añadidos por la prematuridad:

-Todo era enorme, la cuna, la ropa, los chupetes, la hamaca, todo… Hubo que aprender a adaptar todo nuestro material a nuestro pequeño príncipe


Esa cuna o estadio de fútbol, tu chupete favorito rosa, tu Sophie, el escapulario de la Amatxu de Begoña y un pijama nada ñoño!!

-El miedo: los padres de niños que estamos con nuestros hijos en el hospital vivimos con los ojos pegados a los monitores; ritmo cardiaco, tensión, saturación de oxigeno, nos acompañan cada día. Términos médicos como bradicardia, taquicardia, desaturación, cianosis, apnea, etc. han formado parte de nuestra vida cotidiana. Hemos aprendido a vivir con ellos sin morir de angustia porque sabíamos que el monitor estaba allí de guardián. De repente, te vas a casa, sin guardián, sin malla de seguridad. Eso asusta. Si encima eres de naturaleza angustiada, se pasa un mal rato.
Para proteger a los padres lo ideal sería que técnicamente no pudieran ver los monitores. No es posible y se puede aconsejar a un padre que no mire el monitor pero por mucho que lo intente es difícil no hacerlo, tiene como une efecto hipnótico.

Estuvimos barajando seriamente comprar uno de esos sistemas que detectan el movimiento del bebé (o la falta de movimiento) y que alertan si hay un problema. Cuando lo pienso ahora, con la distancia, me da mucha rabia que haya en el mercado ese tipo de productos que vienen a explotar el filón del miedo de los padres. Es inmoral, además de nada necesario.

Quién dice padres nerviosos, con miedo, dice estrés y claro está, a padres estresados, niños estresados. Entramos claramente en un círculo vicioso, estábamos nerviosos, nuestro hijo también, lloraba mucho y no dormía (nunca ni de día, ni de noche, echaba siestas de 40 minutos), con lo cual nosotros estábamos cada vez mas cansados y nerviosos y así hasta el infinito.

Después de un par de meses caóticos,  empezamos a tener menos en cuenta lo que nos decían los demás y más lo que nos pedía nuestro hijo. Abandonamos la cuna (estadio de  futbol para él que era tan pequeñín), le pusimos a dormir en un capazo al lado nuestro y a veces, cuando se ponía muy nervioso por la noche, encima de nosotros (literalmente encima de mi barriga y de la mi esposo, por equitativos turnos de 3 horas cada uno), le llevaba a todas partes conmigo en brazos o con la hamaca (qué pena de fular de porteo que no sabía que existieran) y así con todo lo demás.

-los consejos contradictorios entre médicos pediatras y enfermeras. Un niño prematuro tiene un seguimiento más regular que el de los niños nacidos a término. Los primeros meses, te pasas la vida de “médicos”, los del hospital (para el seguimiento y la constitución de estadísticas), tu pediatra, el pediatra del centro de protección maternal e infantil. Cada uno tiene su librillo, su opinión y oíd, no suelen coincidir. Si además, la salida del hospital coincide con las vacaciones de verano, a esas opiniones se añaden las de los suplentes. Esto te lleva a una cacofonía “médica” muy preocupante.

-la culpabilidad: toda madre de un niño prematuro se siente culpable en mayor o menor medida. Empieza entonces el baile del “y si”. ¿Y si hubiese trabajado menos? ¿Y si hubiese hecho esto o lo otro? Y así hasta el infinito.

Personalmente, me sentí muy culpable y también imperfecta, incapaz de llevar un embarazo a término, me sentí muy traicionada por mi cuerpo que no pudo hacer lo “mínimo” que se espera de una mujer embarazada.

Entre la culpabilidad, los nervios y la falta de sueño pasé por una ligera depresión post parto. Es curioso porque esta empezó cuando volvimos a casa y no al nacer mi hijo. Entre el nacimiento y la vuelta a casa estaba como “desconectada” de mi misma, lo que importaba era mi hijo, había que luchar y no pensar, no sentir.

La vuelta a casa precipito todo esos sentimientos de golpe y me sentí frágil e incapaz.

Como todos los demás padres primerizos, superamos esta etapa y ahora nos reímos de ella.
Os podría seguir contando horas y horas de lo que siguió porque la prematuridad trae consigo no solo secuelas físicas sino también psicológicas. En mi caso, la separación que sufrimos todos cuando Michico nació le ha marcado en su carácter, ahora lo sabemos y hemos aprendido (o lo intentamos) a adaptarnos a él pero eso es, sin duda, material para otro post.

Cinco mesitos, en su capazo! El niño más bonito que ha parido esta madre!!

De esta experiencia aprendí muchísimo de mi y de la vida. Me di cuenta que la imagen de la maternidad que querían vendernos no era la real. Qué había mucho tabú y que era importante apoyar a los “nuevos” padres no con consejos sino con nuestra compañía, nuestra empatía, nuestro buen humor y nuestro tiempo. Aprendí sobre todo a no juzgar a los demás, sobre todo a las madres o padres porque qué se yo de sus vidas, sus circunstancias, con qué derecho doy mi opinión?

2 comentarios:

  1. lindo!!! esperando próximas entregas, qué alegría que hayas retomado el blog ^^

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  2. Que madre más luchadora!!!!! Aunque fuera duro al principio seguro que cada vez que le miras tienes la recompensa.
    Bsssss

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