miércoles, 5 de noviembre de 2014

Ser mamá de un niño que nace demasiado pronto -II- El Hospital


La primera parte  de este este post está aquí.


Mi marido volvió hacia las 6 de la tarde con una foto polaroid de Michico, todo estirado y con el puño cerrado (no podréis conmigo!). Así me pase unas cuantas horas mirando esa foto de poca calidad pero imprescindible para mí.


La matrona me dijo que si me levantaba y estaba bien al día siguiente podría ir al hospital a ver a mi hijo. Así que yo me di mucha prisa para estar “bien” y que me dieran permiso, tanta que me desmayé en le cuarto de baño de la habitación!!

Imaginaos la cara de mi pobre madre, que llega a verme con la tristeza de la noticia, el miedo y se encuentra a su hija cual unicornio desorientado (me salió un chichón en la frente, pa’ habernos matao). Lo pienso y me entra la risa. Pobre mi mamá.


Al día siguiente, di una barrila impresionante insistí ligeramente para que me dejaran ir al hospital y así fue. Tenía permiso para ir en silla de ruedas y quedarme 15 minutos (mi marido me acompañaba y prometió a la matrona que acataríamos sus condiciones, si no es por él, me quedo allí, palabrita).

Cuando llegamos al hospital, en el servicio de reanimación, había 4 niños. Una niña nacida a término, en su cunita, preciosa pero que no respiraba  sola (ay, qué penita) y tres prematuros en incubadoras. Los miré a los tres, los volví a mirar y no supe cuál de ellos era el mío. Luego supe que los niños prematuros se parecen mucho entre ellos y que la duda era normal pero en ese momento, me sentí muy mal. Es, sin duda, uno de los momentos más tristes de mi vida.

Quinze minutos es poquísimo pero ya me fui con el alivio de verle, de ver que estaba bien, que respiraba solo y que los médicos eran bastante optimistas.
Poco a poco, según me fui recuperando, pude alargar la estancia en el hospital.

Michico, 3 semanas después de nacer, el bebé mas bonito del  hospital


Tuvimos una suerte loca con el hospital, era (y digo era porque ya no existe, los recortes han pasado por ahí, malditos sean!) un centro especializado en prematuridad y perinatología, tenían una política global, el paciente era el niño pero ellos trataban a la familia entera. En el mismo centro recibí asistencia para la lactancia materna, tenían lactarium, asistencia legal (para todos los trámites administrativos), asistencia psicológica (individual y de grupo), me dejaban incluso comer en el comedor del personal a un precio irrisorio. Vamos, un “todo en uno” que claramente no podía ser rentable y que ha pasado a mejor vida. Huelga decir que los padres tenían acceso a sus hijos 24/24, sin restricciones, sin horarios y que podías llamar en cualquier momento del día y de la noche para preguntar por tu hijo.

Michico estuvo 5 semanas hospitalizado. En ritmo de crucero, llegaba al hospital a las 10 de la mañana (de 9 a 10 hacían las visitas médicas) y me iba a las 8 y media. En el hospital, las enfermeras me enseñaron todo, a cambiarlo, a vestirlo, a limpiarle la cara, la nariz, los ojitos, a bañarlo. En ese sentido me fui a casa con mi bebé con “todo” bien aprendido.

A partir del tercer día aplicamos el método canguro. Esa sensación de piel con piel la recuerdo como algo exquisito, precioso, necesario.

Mención especial merece el apoyo que recibí para instaurar la lactancia materna. Como he dicho en el hospital tenían su propio lactarium, me enseñaron cómo utilizar los “ordeñadores” profesionales, cómo almacenar y guardar la leche para asegurar la perfecta asepsia, cómo etiquetar los botes de leche, me dieron un volante para que pudiese alquilar en la farmacia un sacaleches igual que el del hospital (material profesional) y respondieron a todas mis preguntas que fueron muchas. Me alentaron cuando al principio no salía nada y me felicitaron cuando empezó la producción “lechera” industrial.

En cuanto mi hijo salió de la incubadora, me acompañaron para ponerlo al pecho, me tranquilizaron, me guiaron. Como resultado de todo eso, a mi hijo le pude dar pecho 6 meses. No fue lactancia materna exclusiva por consejo del pediatra pero digamos que era 1/5 leche de fórmula y el resto leche materna. Me sentí muy orgullosa de mi hijo que consiguió adaptarse a los dos métodos de lactancia y recuerdo con gran satisfacción cuando después de mamar se quedaba dormido, como dopado, con los brazos en cruz y las palmas abiertas, en plenitud total, satisfecho.

Michico tuvo, salvo algún día aislado, una estancia en el hospital tranquila, rutinaria, sin complicaciones. Fue engordando y creciendo a pasos de gigante y se fue convirtiendo en un bebé precioso y con mucho carácter.


Continuará (ya solo os queda una entrega más!)


4 comentarios:

  1. Ya sabes que en esta fase, nada que ver con lo mío. Ahora que lo pienso y sé muchas más cosas no entiendo cómo podían reducir el régimen de visitas a una hora en dos periodos de media hora mañana y tarde. LAmentable. Sí he de decir que a partir de la segunda semana -estuvimos seis-, me dejaban pasar todas las tardes a darle el pecho -mentira, no salía nada, lo alimentaban antes y después, que yo lo sé- pero al menos podía estar con ella. Pero solo yo... la sala era diminuta y el padre no podía entrar salvo que no hubiese otra madre dando el pecho, muy triste. Así es que el día que nos la llevábamos a casa casi es como si estuviésemos "robando" un bebé...

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  2. Bueno esta parte es mucho mejor que la anterior, me alegra mucho que dentro de las circunstancias fuera bien, y que la lactancia materna funcionara. Ahora esperamos la 3ª parte!

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  3. Qué hermosa historia y qué dura!!
    Lo de que el Hospital ya no exista me da una pena infinita, si esas cosas ocurren en un país de referencia como Francia, no sé que va a pasar con los demás.

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  4. Me imagino el sentimiento de no saber cuál es el tuyo y se me parte el corazón, pero supongo que debió ser por los nervios del momento, que con más tranquilidad lo hubieses sabido... y si no... te quedabas con el más guapo y acertabas! :)

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