lunes, 3 de noviembre de 2014

Ser mamá de un niño que nace demasiado pronto I- El Parto


Michico nació con 32 semanas y fue un niño “muy prematuro”.

En la prematuridad, como en todo en la vida, hay grados. Los niños nacidos antes de la semana 26 de gestación son  “micro-prematuros”, los que nacen entre la semana 26 y la semana 29 son “prematuros extremos” y a partir de la semana 30 son “muy prematuros”.

Par nosotros no fue un sorpresa, porque estaba ingresada por riesgo de parto prematuro desde hacía  3 semanas y media, pero sí una gran pena y decepción.

El parto se presentó, el mismo día en el que me hice la tercera ecografía de control. Todo iba muy bien, la doctora estimó el peso a 1780 gramos y la talla a 42 cm, medidas más que razonables para un bebé de 7 meses y se despidió de mi con cara triste y la siguiente recomendación “mantén calentito a esa gambita” (gambita es un término cariñoso que utilizan los franceses para hablar de los bebés pequeños) a lo que yo respondí “esa es mi intención”.

Pero no pudo ser, ese mismo día a las dos de la mañana, me confirmaron que estaba de parto, que tenía fiebre y una infección y que sí o sí, mi hijo nacería ese día.

 Este diagnostico llegó después de mi via crucis particular que empezó ese mismo día hacia las 6 de la tarde. Me empecé a sentir rara, las contracciones, aún estando medicada, empezaron a volver con fuerza. Pensé que sería el resultado de haber salido ese día, de haberme levantado y vestido para ir a la ecografía, pero sentía que algo no iba nada bien. A las ocho de la tarde, la matrona del turno de día se fue y vino la de la noche. Resultó que ese día, la matrona que tenía que venir estaba enferma y mandaron a una sustituta.

Hacia las 8 y media, le dije que algo no iba bien, le pregunté, en mi ignorancia, si la vía estaba bien “conectada” al brazo, si estaba tomando bien la medicación para parar las contracciones. Me miró con cara de pocos amigos y me dijo “si no hay agua en el suelo, es que estás tomando el medicamento”. Me puso los monitores, me dijo que sí, qué tenía contracciones y me subió la medicación al máximo. Para controlar las contracciones el ginecólogo me había puesto un medicamento que viene a ser muy parecido al  Ventolin que toman las personas con asma. Es un medicamento del demonio que aumenta muchísimo el ritmo cardiaco, te encuentras en reposo absoluto pero con el ritmo cardiaco de  después de un sprint.

Mi corazón se desbocó pero las contracciones siguieron fieles a su cita.

Llamé a la matrona muchas veces durante la noche, venia, me echaba la bronca por quejarme y se iba.

A la 1 de la mañana, vino de nuevo me dijo que la estaba monopolizando, que no estaba sola, que era de noche y había menos personal y que todo esto estaba sucediendo porque “llevaba ya 3 semanas ingresada, quería irme a mi casa y estaba muy pesadita”. Dicho esto, me dio un calmante para que me durmiese y descansase y también, claro está, para que la dejase en paz.

Me lo tomé y caí como en un medio amodorramiento. Parece ser que en mi medio sueño, seguía gimiendo de dolor y esta vez fue mi compañera de cuarto quién llamó a la matrona para decirle que “la señora de al lado, gime y dice “ay” sin parar”.

La matrona de guardia volvió diciendo “pero con lo que te has tomado ¿no duermes? Te voy a bajar a sala de partos que están allí dos matronas, sin hacer nada para que se ocupen de ti.”

Cuando me bajaron a “Partos”, vi una cara sonriente, la de una matrona, persona humana que me miró y me dijo “cielo, estás de parto, pero no te preocupes porque mira, yo también nací de 32 semanas y ya ves!”.

Intentaron trasladarme de hospital porque en el que estaba no podían recibir a un niño tan prematuro. Tampoco hubo suerte porque no había ambulancias disponibles y porque el ritmo cardiaco del niño se destabilizó y en esas condiciones no se puede proceder a un traslado.

Me explicaron el protocolo, que daría a luz en ese hospital, que podía llamar a una matrona particular para que estuviese todo el tiempo conmigo (eso hice y fue una idea muy acertada) que llegado el momento del alumbramiento un pediatra “reanimador” entraría en la sala de partos para “recibir” a mi hijo y cuidar de él como fuese necesario, que se llevarían al niño a otra habitación porque era preferible para todos si las cosas no venían bien, que no me podían decir más hasta que no viesen al niño.

Y lloré, lloré mucho. Lloré de pena, de miedo por mi hijo y de rabia. No podía parar de pensar ¿Por qué a mí? ¿Quién tiene la culpa de esto?

Llegó la matrona y hablando con ella me sentí más tranquila, me serené. Tenía por delante un parto y no podía dejarme llevar así, tenía que ser fuerte y me puse en modo “warrior” (ese modo duró dos meses más). Hacia las 5 de la mañana me pusieron la anestesia (bendito sea el médico anestesista!) y más ancha que larga me dormí una hora (pedí permiso antes a la matrona, claro está). El parto fue largo, di a luz a las 11:15 y estaba en sala de partos desde las 2 de la mañana.

Dar a luz, teniendo en cuenta lo que yo me esperaba (un infierno) y teniendo en cuenta las circunstancias me pareció razonablemente fácil (no me matéis, que era una “gambita”).

De mi hijo tengo un recuerdo fugaz, como de un conejito, fino y alargado, color marrón. Lloró casi inmediatamente, recuerdo haber pensado “llora, luego respira!”.

Se lo llevaron y vinieron unos minutos más tarde para decirme que pesaba 1750 gramos (vaya ojo el médico de la ecografía!) y media 44 cm, que respiraba solo aunque le costaba un poquito y que una unidad del SAMUR pediátrico iba a venir a buscarle.

La siguiente vez que le vi estaba ya en la incubadora, vino a verme en su “limusina” precedido de la pediatra que lo transportaba que me dijo con una voz firme, alegre y tranquilizadora “Señora, su hijo está muy bien”. En ese momento pensé que si un médico te dice eso, es que la cosa pintaba bien.

Pude abrir las ventanitas de la incubadora, mirar a mi hijo y tocarlo. Poco tiempo, ni siquiera un minuto, parecía enfadado y no hacía más que tocar la máscara que le habían puesto para ayudarle a respirar (luego supe que durante el traslado se la quitó de pura mala leche, primera manifestación de un carácter más que afirmado).

Se fue y a mi marido le mandé detrás, como en las películas americanas “siga usted a esa ambulancia”.

Durante las dos horas más que estuve en la sala de partos, me sentí triste y sola, muy sola.

Cuando me subieron a planta, vi que la matrona y las auxiliares habían limpiado de cabo a rabo la habitación, la habían ordenado, todo nuevo y limpio para pasar una etapa y no quedarse en el pasado, para no pensar en las 4 semanas pasadas ahí y se lo agradecí mucho.

Nunca creo haber estado tan cansada en mi vida, un cansancio animal. Quería dormir pero las llamadas empezaron a llegar, entre mi suegra que se debatía entre la pena, la incomprensión y el reproche (sí, fui yo la que lo dejé salir tan pronto) y mi madre que no se debatía nada, estaba simplemente histérica.

Yo esperaba a mi marido, que había seguido cual “Colombo” la ambulancia y que tenía que traer noticias del hospital de Michico y también fotos. Aún tardaron algunas horas.


7 comentarios:

  1. Como te entiendo. Lo mio no tuvo nada que ver, pero si he revivido contigo esa soledad tras el parto, en mi caso en la sala de reanimacion porque fue una cesaria. Fueron las peores doa horas de aquella experiencia. Tenia taaaanto miedo por mi hija! Pero miranos ahora! Disfrutando de nuestros guerreros! Besos

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  2. Me he quedado un poco sobrecogida... espero la segunda parte para ver cómo acabó, espero que bien!

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  3. He leído hasta la última línea atentamente y en el punto final mi corazón ha hecho "crack"...es una pena que en esos momentos tan delicados lo tengas que vivir así mientras tu madre/suegra no hacen más que echarle más leña al fuego en vez de ser tu apoyo y tu guía.

    Está claro que eres una tía fuerte y después de esto podrás con TODO!!
    Ánimo!! :)

    Muak

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  4. Dios mío, qué fortaleza hay que tener. Y menudo guerrero te salió, tal como la madre ;)

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  5. Madre mía que fuerza tienes!!!! me pongo en tu piel y se me ponen los pelos de punta por todo lo que pasaste y te hicieron pasar. Vino pisando fuerte y seguro que es un luchador y con caracter ya lo demostró en sus primeros minutos de vida.
    Besosss

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  6. Madre má, qué experiencia. Yo creo que hubiera flaqueado. Esperando la segunda parte!!

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